Si, la anciana caminaba por aquel sendero todas las mañanas, nada la iba a a detener, y menos una simple tormenta. Era consciente de que vivía en la rutina, de que siempre hacia lo mismo, pero era feliz. Su gato Misifu y aquella pequeña huerta, no la hacia falta nada mas. Pensar que ella había visto crecer aquel entorno, la emocionaba. Había vivido tantas primaveras en ese lugar, que era inseparable de el.
Sumisa en sus pensamientos, apenas se había dado cuenta de todo lo caminado ya. Continuando con ellos pues, recordaba aquella infancia, no precisamente buena, se había visto expuesta a hacer todo lo que estaba en su mano para poder ayudar a su familia. En un acto reflejo, abrió los ojos, no la gustaba lo que estaba reviviendo en su cabeza.
Miro a su alrededor, se encontraba en aquel claro, el mas bonito de todo el bosque. A decir verdad, le resultaba bastante familiar, allí fue donde se dio su primer beso, fue tan bonito..., la costaba creer que aquella historia hubiera terminado tan pronto.
Se estaba dando cuenta de que la vida no le había resultado fácil, no había sido un camino de rosas. Era tarde, ya empezaba a oscurecer, entonces supo que debía volver a casa, no la gustaba dejar a su gato solo durante tanto tiempo. Una cena ligera, no la convenían vicios, y después, la compañía de la radio, nunca fallaba. Desde la cocina se escuchaba al reloj dar las 24:00 de medianoche, como por costumbre, inicio el camino hacia el dormitorio, estaba cansada y la apetecía acostarse. El gato, como habitualmente, se subió encima de la cama en actitud juguetona y cariñosa, pero enseguida entendió que su dueña no tenia ganas de muchos juegos.
-"Buenas noches Misifu". -le dijo en voz baja. Se cubrió bajo el edredón y cerro los ojos, había sido un buen día, el ultimo de su larga trayectoria.
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