lunes, 14 de enero de 2013

And finally, you think

Cuando te estás ahogando en tus propias lágrimas, es cuando realmente nos paramos a pensar, ¿eso es nuevo o ya estaba ahí puesto antes? Sí, carece de sentido, ¿pero acaso la vida lo tiene?, ¿acaso no te guías por impulsos? Atrévete a negarlo, pero estarás negando la verdad, probablemente la única que te cuenten a lo largo del camino. La base de la vida se forma a raíz de engaños, errores, y algún que otro "sin terminar", y a partir de ahí, es cuando lanzamos los dados sobre la mesa y lo que salga, salió, sin posibilidad de cambiarlo.

He de confesar que tengo miedo, ¿a qué? al  miedo. Tengo miedo a temer, a dejar cosas sin hacer, a no verme crecer... Miedo a lo desconocido, a no saber si ir hacia la izquierda o hacia la derecha, a tomar el camino correcto o aventurarme por el camino oscuro. Miedo a ti, a los vicios inconfesables, al olor de una colonia, al susurrar de unos labios... 
Miedo, adorable, pero miedo. 

Comprendí que las normas están para algo, ¿pero para qué?, ¿para cumplirlas o para saltárnoslas? Hay que aclarar ese punto, todavía no se leer entre líneas. No se nada, sin embargo, lo se todo.

Y al final, ¿qué te queda? Te quedan los recuerdos, nada más. Claros, concisos, a veces algo turbios, la edad no perdona, implacables. Esos  no se borran con una simple goma, o complicándolo, con un tippex. 


Ellos, los recuerdos a los que te aferras, permanecen alojados en la suite de lujo de tu alma, por siempre, no necesitan permisos, ellos saben lo que hacen...