Recuerdo el principio de todo, ¿sabes?, cómo nos conocimos de la manera más inusual, cuando la lluvia nos calaba hasta los huesos, no había taxis disponibles, y tú, tan frágilmente como se tratase de una muñeca de porcelana, me cubriste con tu chaqueta y me acompañaste hasta el hogar en que poco después habitaríamos ambos. A partir de ahí, como si fuéramos quinceañeros, empezamos con esas llamadas sin respuesta a lo que hoy en día se le llama "toque", a tener un sitio especial donde surgió el primero beso, y a escoger una canción que representase lo que vivíamos por aquel entonces... La verdad, aquella época, la que se presenta ya tan lejana, fue la mejor de mi vida, la más feliz, en la que los problemas no se atrevían ni a asomar por la puerta, y en la que las fotografías relucían por el tamaño de nuestras sonrisas, siempre preparadas para un flash más...
En mi memoria también hay cabida para los momentos mágicos, esos en los que la ropa más que nada estorbaba y el deseo se encerraba entre las cuatro paredes que tenía nuestra habitación. Cada amanecer contigo, era único, ver cómo se colaban los rayos del sol entre las rendijas de la ventana y respirar la fragancia de la satisfacción, eso, por mucho que quiera eliminarlo de mi vida, siempre estará ahí, para bien o para mal.
Recuerdo también, los atardeceres del mes de septiembre, tumbados en el porche viendo como poco a poco el sol se ocultaba, al igual que nuestros miedos, que luchaban por no salir y quedarse en lo más profundo de nuestro ser...

En cualquier caso, perdón si te hice sufrir más de la cuenta, perdón si no fui lo mejor para ti. Perdón por haber hecho que una época de tu vida fuera memorable, y gracias por haber hecho de mi una persona que antes de actuar, piensa, y no al revés.
Y recuerda, esto no es un "adiós", si no un "hasta luego".
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